jueves, 11 de octubre de 2007

LUISMI, EL SOL Y YO



Como esta semana ha sido TERRIBLE, en muchos sentidos y no quiero bajonearme ni deprimirme más (aunque sé que es demasiado difícil), me puse a escuchar música de Luis Miguel. Hace tiempo que no lo tomaba en cuenta. Con esto de que ya es papá que está desaparecido, y que sólo saca CD's para pagar los gastos de su nuevo hijo. Es cierto, parece que maduré, se acabó el amor, o se desvaneció el fanatismo y ya nada queda de los gritos desgarradores que dejaban mi garganta mal por semanas en los conciertos que lo ví. (Aunque no puedo negar que no dejaría de ir a un nuevo concierto).
Siempre he ido a los conciertos junto a la "Diva", más gritona y fanática que yo. Tengo muchas anécdotas de estos magnos eventos, pero la más terrible para mí fue en un concierto en Santiago, en el Estadio Nacional, era la gira de "Mis boleros favoritos", me acuerdo por que en las pantallas se veían rosas rojas.
Desde Viña tomamos un bus muy temprano hacia Santiago. Ibamos con nuestra pinta de concierto, jeans, zapatillas, polera por si hace calor y un buen sweter por si se enfría la temperatura en la tarde. El concierto era a las nueve de la noche pero nosotras como buenas soldados estábamos a las 10 de la mañana pegadas en la reja del Estadio Nacional. A esa hora estaba agradable la temperatura, aparte de nosotras habían llegado una que otra loca más. No sé en qué estabamos pensando cuando se nos ocurrió llegar tan temprano, aparte de estar pegadas a la reja, no logramos nada más, ya que aunque pagar como 35.000 pesos para estar más cerca de él, no nos sirvió de nada por que lo veíamos de todas formas del tamaño del dedo meñique.
Bien. Desde las 10 de la mañana estuvimos buscando posiciones cómodas para soportar la espera, paradas, sentadas en el piso, de rodillas. A medio día el sol nos quemaba. El calor insoportable. No podíamos tomar mucha agua, porque no teníamos baño a mano, así es que como buen soldado, nos refugiábamos en cualquier trozito de sombra que los escasos árboles que había nos podían dar. Pero la sombra era por turnos, no podíamos dejar nuestro puesto en la reja, ya que a esa hora ya estaba llegando el público del concierto, principalmente de galería, que lucharían por un buen lugar.
Todavía no me explico qué hacímos nosotras ahí tan temprano. Yo muy callada y la Diva conversando con el quien se le pusiera al lado. A esas alturas, ya había armado un nuevo fans club de Luismi y tenía los teléfonos de unas cuantas locas más.
Con sándwich de pan integral y controlando estrictamente el agua, fueron pasando las horas.
Mi cabeza hervía, pero por suerte como a las 4 de la tarde aparecieron los vendedores. Estos emprendedores y visionarios que ofrecen productos tan necesarios como agua mineral o chocolates, o tan insólitos como calzones con la cara del artista del día.
Compré un jockey blanco con la cara de Luismi, nada más ad-hoc y de primera necesidad para mi cabeza.
Por fin abrieron la puerta. No recuerdo si fue a las 5 o a las 6 de la tarde, pero el sol ya iba en retirada, corrimos para encontrar un buen lugar. Viéndolo a la distancia creo que fue una estafa que por la plata que pagamos no hubiesemos tenido asientos numerados. Pero bueno, qué se le va a hacer.
Cuando encontramos un lugar decente, me senté a descansar por que tenía un dolor de cabeza que no me debaja tranquila, pero lo soportaba dignamente. Ya no recuerdo bien si fue ahí o antes e entrar que me comí un paquete de maní tostado, que según la diva fue el causante de todo pero yo sé que no. No fue el maní. Fue el sol.
Partió el concierto y sentía que me desmayaba por los gritos increíbles. La diva a mi lado, gritaba más que nadie, le pedí que porfavor no gritara pero con los aullidos de todo el estadio no me servía de mucho. Soporté por Luismi las dos primeras canciones, a la tercera salí al baño para mojarme la cara. Mi cabeza hervía, a simple vista tenía una insolación caballa.
En el baño pude arrancar un poco de los gritos, mi estómago estaba revuelto, no sé si fue culpa del maní y de la insolación o de ambos, pero mi estado era pésimo. Intenté volver a mi puesto, pero no pude. Cerca de la escala para ir a mi lugar había un puesto de sándwich, dulces y bebidas. Milagrosamente la Señora del puesto tenía aspirinas, así es que me tomé varias y me quedé conversando con ella esperando que el remedio hiciera efecto. No sé cuánto rato estuve entre el baño y mi conversa con la vendedora, tanta pastilla me atontó.
Cuando me sentía un poco mejor y pude volver a mi lugar, la diva que no se había percatado mucho de si yo gritaba a su lado o no, me miró con cara de pregunta. Le dije que no me sentía bien, que parece que era mucho sol, y rápidamente me dijo: _fue el maní_Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Te amo Luismiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!.-
Yo estaba feliz, ya me sentía mejor y podría disfrutar del concierto. Apareció mi idolo con una camisa abierta en el escenario y gritó: "Gracias Chile!!!!!!!!!!!!!!!!".
Cantó la última canción y se acabó el concierto.






1 comentario:

Viajera dijo...

¿Y a la diva ya se le pasó un poco el fanatismo también o sigue tan loquis como siempre?

PD: Ya que contaste esta anécdota (muy buena, por cierto) podrias contar la del pescado frito en Ancud en las vacaciones de verano del 2005... para la posteridad ja ja ja