Debo reconocer que esto del blog me tiene un poco adicta. Se está convirtiendo en una forma de echar afuera miles de cosas y dejar constancia de las miles de cosas que pienso, que me gustan, que detesto.
La música ha estado presente en mi vida desde siempre. Si quisiera hacer el ejercicio de armar una banda sonora de mi vida me imagino que sería bastante largo. Mis oídos son tan amplios que la banda incluíría desde música cebolla heredada de mi madre, música clásica también heredada de ella (contradictoria ah?), y cada canción que ha marcado mi paso por aquí. Así como los aromas nos recuerdan personas, situaciónes y cosas; la música en mi hace exactamente lo mismo. Serrat me recuerda a mi tía favorita; Laura Pausini a mi hermanita; Soda Stereo (a propósito de su reunión y próximo concierto) me recuerdan a un ex; Morrisey a mi mejor amiga; Depeche Mode a un compañero de colegio; Silvio Rodríguez a un amigo trovador; podría seguir, pero esto sería un mix extraño, sería una gran confusión.
Lo genial de todo esto, es que quizás fue sólo una canción de un grupo la que quedó grabada en mi disco duro relacionada con alguien, pero así es.
En Mayo cuando viajé a Italia escuché esta canción tantas veces, que terminó gustándome y cuando sonó en la radio camino al aeropuerto de Malpensa para mi regreso, ya me la sabía en Italiano y la pude cantar con mi hermana y con un nudo en la garganta. Sabía que no la vería por mucho tiempo pero también que ahora esa canción me recordaría los momentos compartidos en su nueva patria. Esta también entra al listado.
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